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domingo, 28 de abril de 2013

El Cuajao de Isabel




Amo el cuajao y suelo hacerlo. La primera vez que lo probé fue en el restaurante Friomar de mi amiga Isabel Marín (“La Negra”) en Boca del Río (península de Macanao), en la isla de Margarita. Por entrenamiento de oficio tengo buena memoria gustativa, de allí que no me fue difícil replicar la receta en casa. Con el tiempo le fui dando mi toque personal. Cada vez que hacía la receta tenía claro que en algo importante estaba fallando. Podía entender las variaciones de sabor de los ingredientes distintos que yo había introducido, pero esta falta que hacía que mi cuajao no fuera como el de Isabel, era algo más complejo. Estaba mas allá de los ingredientes. Finalmente logré descubrir el truco de Isabel, pero de eso les cuento un poco más adelante.

domingo, 21 de abril de 2013

Carne ensartada con folklore



Piezas de carne de res atravesadas por chuzos de madera, lentamente cocidas al calor de las brasas de leña. Se trata posiblemente del platillo criollo más primitivo, con un futuro incierto, pero famoso por su versión comercial
La carne en vara tiene infinidad de acepciones en el paladar y en el imaginario criollo: fiesta, celebración, carretera, llano, tradición. Posiblemente, se trata de una de las preparaciones más primitivas y básicas de nuestra culinaria. Forma parte de una puesta en escena, porque no es cotidiana, ni individual, ni rápida, ni triste, ni se hace por salir del paso y por nada del mundo, sin intención.
Su origen es la derivación de la “ternera llanera o criolla”, una práctica casi en extinción, muy documentada o referida en textos, cantos y poemas desde mucho antes de la gesta independentista, donde se gritaba sin reparos “¡Viva la revolución y muera el ganado!”.
Actualmente, se puede encontrar en restaurantes que la sirven exclusivamente o en expendios a la orilla de la carretera.  El experto Otto Gómez, autor del libro “Nuestra Carne”, afirma que en esos casos es una terrible imitación y tomamos el nombre de Colombia donde se elabora de manera similar. Pero en ambos países tienen en común la herencia andaluza, quienes a su vez aprendieron esta práctica de los beduinos, famosos por cocer de este modo la carne de cordero en medio del desierto.
Gómez puntualiza, que la carne en vara que se come en nuestro país es de mala calidad, con cortes de procedencia dudosa, de mal sabor, duro al paladar y a la mandíbula. En el caso de los restaurantes, compran preparados los cortes en las carnicerías, sirviéndose de un verdadero “show de las carnes”, ensartando piezas comerciales en varas de madera.

Rica joya en extinción

La verdadera joya de esta historia es la “ternera llanera o criolla”, manera de preparar la carne en los llanos venezolanos y colombianos. Se trata de una técnica de campo económica y efectiva, donde todo está a la mano. El investigador Rafael Cartay afirma “propia de una economía ganadera (…) Mientras la carne se asa lentamente (…) la gente conversa y bebe licor en un escenario que tiene mucho de fiesta y aire dominical”.
Esta preparación se realiza “trinchando los trozos de carne con la piel todavía pegada, en chuzos o varas largas afiladas usualmente obtenidas a partir de ramas de Guayabo, Drago o Sangredrago, Caujaro  o Coco’e mono”, explica Gómez, la que solo se adobada con sal y, en casos extraordinarios, con ajo. Se trata de un proceso aséptico donde la carne del animal no toca el piso y se procesa antes que sufra rígor mortis.
Para probar una “ternera llanera” prácticamente hay que tener la suerte de contar con un amigo o conocido ganadero, que como manera de agradecimiento, agasajo o celebración mande a sacrificar una res, en un proceso que dura aproximadamente ocho horas, que comienza con el sacrificio del animal al amanecer.
Gómez narra que solo ha asistido a dos en su vida, en un acto extraordinario donde se despieza y cocina lentamente al animal. Todo se transformará al calor del fuego: patas, cuerpo, cola, cabeza, vísceras. Un festín donde cada trozo posee su lugar y su nombre.

Ocho horas de festín

La ternera llanera prácticamente es un maratón, una versión criolla del programa de televisión “man vs. food”. Cada corte tiene un nombre tomado de su similitud con animales o escenas del llano, en una trama que parece ideada por el propio Horacio Quiroga. Se respeta estrictamente el orden de un guión no escrito, pero que los asadores conocen al pie de la letra y obedece a las características de cada pieza y tiempo de cocción
El primero en aparecer es “la raya” sacada de la nalga, luego “las osas” procedentes de la cabeza. Le sigue “la garza” extraída de la ingle. Continúan con “el caimán” venido del pecho. Todos estos cortes conservan la piel.
Se procede con “el entreverado”,  que se arma “con trozos de vísceras, generalmente de pajarilla (bazo), corazón, chinchurria (intestino delgado), riñones, hígado y pulmón. Todos esas piezas van usualmente en una sola vara, envueltos en una tela de la grasa de la panza de la res que se había apartado preliminarmente, y se pone a asar cuidando que no tenga fuego directo sino más bien calor fuerte. Debe quedar todo bien cocido y de acuerdo a los entendidos, constituye algo único”, describe Gómez.
El proceso continúa con los costillares grandes llamados “cachamas”, como el pez abundante en ríos llaneros. Siguen con las herraderas o patas traseras, luego sacan las piezas sin piel como pollos de res, pulpas, muchachos cuadrado y redondo, chocozuela  y latigazos. Se terminan con partes del pescuezo llamados “primos” y “los tembladores” o músculos paralelos, por su parecido con los peces.
Todos estos cortes se asan generalmente “a la llanera”, es decir, se cortan las carnes delgadas y se ensartan o “enchuzan” en varas de madera que se recuestan al “burro” – construcción de madera que se arma encima y alrededor de la hoguera – o simplemente se clavan en el suelo, donde se les da la inclinación o la distancia necesaria.
Tanta carne se acompaña con topochos, arepas, yuca sancochada, un buen ajicero de leche y en algunos casos caraotas, mientras se hacen sellan amistades, precisan negocios, activismo político, ceremonias, se habla y hasta se corteja.
Bien expresó sobre esta delicia Ramón David León, “la historia nacional demuestra que en los sufragios populares un trozo de carne asada desarrollaba más persuasión que una propaganda palabrera…”

Por:
Historia de sobre mesa .
Así Somos con Gusto de la edición de Abril de la revista “Bienmesabe”

domingo, 14 de abril de 2013

Caraotas negras a la caraqueña



Ingredientes:

1 kg de caraotas negras.
1 cucharadita de bicarbonato
1 cebolla grande
1 pimentón verde mediano
6 dientes de ajo
1 cucharadita de comino (o más al gusto)
1 ramito de cilantro
¼ taza de aceite vegetal (de oliva)
3 tiras de tocino
2 patitas de cochino 

(*)(*) Se puede sustituir por una rodilla de puerco ahumada picada en trocitos, o por dos o tres chuletas de puerco ahumadas sin hueso y picadas en cuadritos.

Preparación:

Las caraotas se seleccionan de buena calidad, sobretodo que sean blanditas, (al hacerle presión con la uña esta se marca).

En la noche anterior se escogen para quitarles todas las piedritas y hojitas que tengan, se colocan en un recipiente con agua con la cucharadita de bicarbonato, el agua debe quedar por lo menos dos dedos por encima del grano (ya que crece un poco), se revuelve y se retiran todos los granos que floten y se tapa y se deja que pase toda la noche.

Al día siguiente se lavan muy bien con abundante agua y se montan al fuego con agua suficiente a que queden cubiertas, de le agrega el pimentón verde sin semilla y cortado en cuatro pedazos, al comenzar a ablandarse se le agregan las patitas de cochino (*), se dejan que ablanden, reponiendo el agua que se pierda. Todo ello antes de ponerle sal, pues de lo contrario no se ablandan.

Una vez blandas, se le pone la sal y aparte en un sartén con el aceite se pone a dorar el tocino picado en cuadritos, la cebolla picadita y el ajo machacado cuando estén dorados (casi quemados) se le agregan a las caraotas y se le pone el punto de comino.

Se dejan a fuego lento a que espese el caldo (**) y que tomen el gusto del aliño, siempre es bueno dejarles algo de caldo, pues así quedan más sabrosas; unos 10 minutos antes de apagarlas se le agrega el remito de cilantro picadito.


Si las caraotas se hacen para comerlas con azúcar (a la caraqueña) se hacen bajas en sal, y el azúcar (papelón rayado) se le agrega al momento de servirlas; otra forma de comerlas es agregándole dos o tres cucharadas de arroz blanco. En algunos sitios se comen acompañadas de sardinas en lata; y no les queda nada mal un chorro de aceite de oliva al momento de ser servidas.

Por:
Recetas de Doña Martha
Recetas de Cocina de Mi Madre Martha Delón de Borges